Y lo hice en un colegio público de un barrio del extrarradio de una gran
ciudad, era un edificio imponente, visto desde una altura de seis años de edad,
estaba compuesto por dos zonas separadas, donde éramos segregados por sexos,
cosa que al contrario de lo que pretendían, incrementó mi curiosidad por esos
seres sin pilila.
Y estudié en el hasta séptimo, repetí sexto, no por haber suspendido sexto,
sino por exceso de suspensos en séptimo, con lo cual me quedé sin plaza, eso me
llevo a pasar dos años con el bueno de don Joaquín, que no era bueno por ser
buena persona, que probablemente lo era, o buen profesor, aquí tengo mis dudas,
lo que le hacía especialmente bueno era su capacidad para usar el borrador,
artilugio que constaba de dos partes, una de fieltro, la que borraba, y la otra
de madera, para cogerlo, en un arma especialmente dañina, mientras escribía en
la pizarra, si alguien hablaba, se daba la vuelta y antes de que su orondo
cuerpo acabara de girar el borrador estaba a mitad de camino de su víctima, acertándole
con una precisión milimétrica, tanto que durante aquellos dos años tuve mis
dudas de si no era un ciborg.
Fueron dos años diferentes, el primero muy tranquilo, nunca he sido un gran
orador, lo cual me mantenía lejos de la zona de tiro, el segundo fue muy
diferente, me sentaron al lado de un clon de Fidel Castro, era capaz de hablar
horas sin despeinarse, en esas me pasé la mitad del curso lectivo con los ojos
cerrados, deseando que don Joaquín fuese un ciborg y no un humano con un año
más de decadencia en su puntería.
Empecé séptimo sin pena ni gloria, con la satisfacción, eso sí de dejar
sexto, y fue tranquilo hasta que saltó la bomba, corrió el rumor que los
"repetidores" tendríamos que examinarnos de séptimo y octavo a la
vez, no me había asustado tanto desde que mi amigo Alberto, que se incorporó a
mediados de quinto, proveniente de un colegio de curas, me soltó aquello de que
si me masturbaba acabaría en una silla de ruedas, porque el liquido que salía
era la medula osea, dos meses para los exámenes, solo dos meses y aún no habían
hecho la rampa para acceder al aula de exámenes que estaba en la primera
planta, argggg!!!!
Llegó el día de exámenes y sobre las pupitres de los "repetidores"
corrían las chuletas con todo el examen de octavo, mientras los profesores sufrían
una repentina ceguera selectiva, dos milagros en el mismo día hicieron
tambalearse mi activismo agnóstico, aprobé octavo sin haberlo hecho, y accedí
al aula de examen por mis propios medios.
Winter is Coming.
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