miércoles, 2 de diciembre de 2015

Yo estudié la EGB

Y lo hice en un colegio público de un barrio del extrarradio de una gran ciudad, era un edificio imponente, visto desde una altura de seis años de edad, estaba compuesto por dos zonas separadas, donde éramos segregados por sexos, cosa que al contrario de lo que pretendían, incrementó mi curiosidad por esos seres sin pilila.

Y estudié en el hasta séptimo, repetí sexto, no por haber suspendido sexto, sino por exceso de suspensos en séptimo, con lo cual me quedé sin plaza, eso me llevo a pasar dos años con el bueno de don Joaquín, que no era bueno por ser buena persona, que probablemente lo era, o buen profesor, aquí tengo mis dudas, lo que le hacía especialmente bueno era su capacidad para usar el borrador, artilugio que constaba de dos partes, una de fieltro, la que borraba, y la otra de madera, para cogerlo, en un arma especialmente dañina, mientras escribía en la pizarra, si alguien hablaba, se daba la vuelta y antes de que su orondo cuerpo acabara de girar el borrador estaba a mitad de camino de su víctima, acertándole con una precisión milimétrica, tanto que durante aquellos dos años tuve mis dudas de si no era un ciborg.

Fueron dos años diferentes, el primero muy tranquilo, nunca he sido un gran orador, lo cual me mantenía lejos de la zona de tiro, el segundo fue muy diferente, me sentaron al lado de un clon de Fidel Castro, era capaz de hablar horas sin despeinarse, en esas me pasé la mitad del curso lectivo con los ojos cerrados, deseando que don Joaquín fuese un ciborg y no un humano con un año más de decadencia en su puntería.
Empecé séptimo sin pena ni gloria, con la satisfacción, eso sí de dejar sexto, y fue tranquilo hasta que saltó la bomba, corrió el rumor que los "repetidores" tendríamos que examinarnos de séptimo y octavo a la vez, no me había asustado tanto desde que mi amigo Alberto, que se incorporó a mediados de quinto, proveniente de un colegio de curas, me soltó aquello de que si me masturbaba acabaría en una silla de ruedas, porque el liquido que salía era la medula osea, dos meses para los exámenes, solo dos meses y aún no habían hecho la rampa para acceder al aula de exámenes que estaba en la primera planta, argggg!!!!

Llegó el día de exámenes y sobre las pupitres de los "repetidores" corrían las chuletas con todo el examen de octavo, mientras los profesores sufrían una repentina ceguera selectiva, dos milagros en el mismo día hicieron tambalearse mi activismo agnóstico, aprobé octavo sin haberlo hecho, y accedí al aula de examen por mis propios medios.

Winter is Coming.

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